Ivar Matusevich: El conocimiento, único camino para la libertad

Conocimiento o nada. ¿Qué nos espera en el futuro? ¿Qué España nos imaginamos? El país necesita una segunda revolución educativa. Lo analizamos. Conocimiento -Eduardo Madina facebook-

Por Ivar Matusevich Follow adrianboullosa on Twitter

España tiene muchos déficits adquiridos por la incompetencia y sectarismo del sector más reaccionario de sus lobbies de poder y, porque, sobre todo, viene de la garganta profunda de los tiempos oscuros y lúgubres, también vergonzantes.

No obstante, el futuro más cercano nos pone, una vez más, ante la necesidad de concebir un nuevo país y no por la tozudez de un plan independentista o por el onanismo cainista de la curia y su brazo político en el gobierno.

No peligra España. Como si el mapa y su bandera fuesen algo en sí mismos y no partes de una historia antojadiza, a veces mala y otras honrosas. Por el contrario, lo que peligra -mucho más grave e importante que España- es el porvenir de las generaciones que hoy se están educando y, por qué no, ignominiosamente, conformándose con que el Estado desmembrado del PP pague la calefacción del colegio mientras los padres de los alumnos se ven obligados a optar entre medicinas o libros. Está pasando hoy. No debe volver a suceder.

El futuro, que ya está aquí, debe traernos la segunda revolución educativa. La primera, sacó de las tinieblas a una nación multicultural y consiguió insertar en la Universidad a los hijos y los nietos de la población sojuzgada por el franquismo, una sociedad iletrada y temerosa de la represión y de la falta de consideración social. Era la España de unos pocos, se hizo la de todos, ahora la atomizan y hemos de volver a concebirla en un crisol de inclusión pero, sobre todo, de excelencia incluyente.

Y allí radica nuestro objetivo principal. Dejar las palabras vacías de ineptos al servicio del día después de la política, la empresa, el negociado, y asumir la responsabilidad de liderar sistemas –sí, sistemas en plural- que apunten al humanismo, que conciban programas de vanguardia, que evolucione a la ciencia en favor de la vida y no de las prohibiciones desfasadas, que unifique el conocimiento universal en soportes gratuitos capaces de traducir el sentido de las palabras, el verdadero texto que, decía Cortázar, está en lo no escrito.

Nuestro deber social es el de imponernos un futuro construido a partir de la igualdad de oportunidades en todo el continente, con unos ciudadanos capaces de crecer intercambiando costumbres, idiomas y postulados en una Europa que haga de su nombre la esencia misma de su creación.

No se trata, repito, de vaciar el discurso con rimbombancias. La labor requiere de un liderazgo sin alardes mesiánicos, con la convicción de que, sin la menor duda, hay formas y más formas para anudar eslabones, unificar valores y elevar a todo un país hacia el conocimiento, único camino para la libertad.

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