Miguel Á. Morales: «La soberanía y el pueblo»

El talento, el servicio público y la construcción de un nuevo tiempo, requieren, hoy más que nunca, de las y los mejores, porque aquellos que venían a regenerar la política se quedaron en potenciar pretensiones personales e intereses propios de sus partidos. Partidos que vemos día a día como se diluyen en sintonía con su falta de principios, ideología y proyecto de España. Ante esta realidad impedir al pueblo la posibilidad de elegir a quien dirija los gobiernos, sería imperdonable

Algunos advenedizos y otros veteranos, fracasados, identifican limitación de mandatos con regeneración política, pero visto lo visto… La verdad es que hay ejemplos para todos los gustos, Gobiernos de derechas que duraron cuatro años y parecieron demasiados y otros que con ocho años se hubieran quedado cortos por el calado del proyecto y la calidad del liderazgo.

Extremadura es ejemplo palmario de lo dicho, nuestra región, cuando llegó la democracia, era un campo yermo en el que teníamos que inventar absolutamente todo para llegar a ser un territorio convergente con el resto de España y Europa. Un proyecto regional que puso en marcha el Psoe, con la complicidad y el apoyo de los y las extremeñas, liderado por Juan Carlos Rodríguez Ibarra que imaginó un futuro en el que cupiéramos todas y todos, una Extremadura avanzada, una región justa, solidaria y con la firme decisión de dejar atrás el victimismo para ofrecer su propia visión al país. Una región que avanzó y avanza gracias a una idea de Extremadura que no sucumbe ante los errores y que sigue caminando hacia un futuro promisorio, sostenible y equitativo.

Vertebrar el territorio no habría sido posible en ocho años, tener una sanidad pública o una sociedad de calidad tampoco habría sido factible en tan poco tiempo, Por ello, la transformación de Extremadura requirió más de dos décadas de avances constantes, dos décadas que si se hubiesen limitado, con leyes regionales y estatutos partidarios, se hubiese privado a la ciudadanía de elegir a quien quería y quiso durante 24 años y que aún hoy tiene el reconocimiento de los y las extremeñas.

Por ello, dejemos que sea la gente, con su voto, con su interpelación y con su fiscalización constante a sus gobernantes, la que elija quién y hasta cuándo debe dirigir Extremadura. Las habrá a favor y los habrá en contra, pero no hay mayor legitimidad que la voluntad popular. En eso, creo yo, estamos todos y todas de acuerdo.

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