Blanca Martín: «La violencia machista y el futuro de nuestras hijas»

Blanca Martín analiza que es necesario cambiar la óptica con el que resolver el problema y el nuevo foco debe dirigirse hacia la educación. Blanca Martín Delgado y la violencia machista

Por Blanca Martín Delgado Follow adrianboullosa on Twitter

Minutos de silencio que retumban una y otra vez en nuestra desesperación. Mujeres muertas, olvidadas, pancartas, manifestaciones, gritos, hogares rotos, bestias en la calle y miedo, mucho miedo a denunciar el maltrato que tortura día a día hasta el asesinato final.

Ser mujer es un orgullo, sobre todo cuando miramos a las miles que caminan hacia adelante, que no se arrodillan, que no piden clemencia y que conquistan, en el campo y en las oficinas, la igualdad que una sociedad moderna y equitativa requiere para respetarse a sí misma.

Hemos conseguido mucho pero a la vez nada con respecto al futuro que nos tocará vivir si no somos capaces de llevar a las aulas las fórmulas para impedir que se reproduzcan modelos tristemente soportados en silencio por generaciones calladas en el silencio del perdón.

Seguiremos saliendo a la calle, seguiremos poniendo la vida a disposición de las que hoy sufren y no se atreven, de las que no se atreven porque se sienten indefensas ante un estado que, si no se reforma profundamente, acabará convirtiendo sus grietas en ruina. No se trata de endurecer las leyes, aunque quizás también. Se trata, por encima de todo, de proteger a las flageladas por el odio y el resentimiento de hombres que deberían llamarse bestias.

Hoy, por tanto, seguimos en deuda, pero ¿qué pasará con nuestras hijas? Ya os digo, madres de hoy, que si no somos capaces de cambiar radicalmente nuestra forma de entender las relaciones humanas y también las de poder, nos seguiremos arrastrando como sociedad.

Yo quiero que las niñas que mañana serán adolescentes tengan las herramientas para decir ¡NO! la primera vez y no matizar en una cerveza de más el maltrato del niñato de turno. Quiero que las adolescentes de hoy, mujeres de mañana, crezcan como dueñas de sí mismas porque en su propia voluntad, en ser ellas mismas, está el verdadero límite de la intromisión del otro a la fuerza.

Y en la educación, desde el primer día, tenemos que acabar con roles y colores, con batas rosas o batas azules, con manualidades para ellas y fútbol para ellos, con sexualidades marcadas por la norma de una sociedad rancia en vez de enseñar a aceptar la naturalidad como fuente inagotable de satisfacción personal.

Es imprescindible, por tanto, seguir marchando contra los asesinos de hoy y educar contra los asesinos de mañana. Impostergable es construir un modelo educativo que sume horas a la prevención y detección de conductas violentas, a la formación de relaciones humanas igualitarias, a la regeneración de conductas enfermas para vivir en una sociedad en la que se cure el cáncer y también el maltrato. Estamos obligados a cambiar el foco del análisis para poner nuestra mirada en el futuro y remediar mañana lo que heredamos del ayer.

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