Miguel Ángel Morales: La igualdad no es una cuestión de banderas

Miguel Ángel Morales reflexiona acerca del objetivo más alto que debe tener el socialismo: la igualdad. Miguel Ángel Morales

Por Miguel Ángel Morales Follow adrianboullosa on Twitter

No sabemos si la martirización legal de Artur Mas acabará derechizando el arco electoral catalán. Lo que sí podemos afirmar es que la forma política de las matemáticas se llama presupuestos y aquí la derecha catalana, española, extremeña o boliviana, se unen: recortar derechos, recortar servicios, recortar libertades. Votar a favor o en contra de la igualdad a cambio de un sentimiento patrio más o menos arraigado es usar a la gente como mercancía y moneda de cambio.

Siempre he pensado que dentro del socialismo, la única alianza posible es la que nos permita profundizar en la igualdad. Juan Carlos Rodríguez Ibarra le dijo a Ada Colau con una tranquilidad reveladora: “¿por qué voy a tener miedo a que ganéis vosotros si defendéis la igualdad igual que yo?”.

Por tanto, si planteamos los grandes valores del socialismo dentro de un mapa estratégico, nos estaríamos equivocando de nuevo. Nuestra estrategia es nuestro espacio y nuestro espacio no es otro que el de la igualdad como vértice de una pirámide que aglutina derechos, libertades y conocimiento.

La crisis trajo como consecuencia devastadora la exclusión de millones de personas y el descrédito de los gestores de lo público que, en contrapartida con lo que se esperaba de ellos, no tuvieron más respuestas que los eufemismos y los falsos conflictos territoriales.

La gente, en su indefensión, piensa que fue engañada y que las decisiones tomadas –juegos de tronos incluidos- estuvieron destinadas a proteger a los señores del Ibex 35 y la sucesión pacífica de la Corona, una sinvergonzonería, si fuera cierto. Me decía un querido compañero, que los socialistas tenemos nuestra razón de ser en que los poderosos duerman menos tranquilos que la ciudadanía. Hacer esto es nuestro deber.

Una España cohesionada o desmembrada sigue dependiendo del tipo de gestión política que se lleve a cabo y del modelo en el que creamos para intentar mirar con optimismo el futuro. Los nacionalismos y la bajeza de su patriotismo siempre esconden un plan económico con la gente como mercancía.

Si Cataluña se independizara, el resto deberíamos pedir ser parte de Cataluña porque unidos y no de espaldas, es como podemos construir un tipo de crecimiento humano que no deje a nadie en la cuneta. Es evidente que ni a Mas ni a Rajoy les interesa porque sus valores son los de la cuneta y los hijos de la buena estirpe. Particularmente, no votaría jamás un presupuesto que recorte en libertades, servicios e igualdad. Ninguna bandera vale más que la cama de un hospital.

Deberíamos, si tuviéramos un liderazgo social más allá de las reformas, optar por un país de países, una comunidad de comunidades con intereses compartidos, una conjunción de idiosincrasias que conformen la pluralidad amparada por un marco de libertad e intercambio enriquecedores.

Puede que todo intento de acuerdo sea ingenuo, pero no hay un solo camino para encontrarnos, sino muchos y variados. La igualdad, como siempre, debe ser el vehículo constante y permanente. No existe otro sendero más sincero y efectivo además de humano.

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