«… el Covid-19 no discrimina, pero sus impactos sí, exponiendo profundas debilidades en la prestación de servicios públicos y desigualdades estructurales que impiden el acceso a ellos».
António Guterres, Secretario General de la ONU
La desigualdad social es el equivalente a las fronteras y muros levantados entre mundo central y periférico. El primero se vale, históricamente, de las materias primas del segundo y de su mano de obra barata para extraerlas y luego manufacturarlas.
No nos equivocamos ni un ápice al reconocer que la forma de gestar riqueza, de lo que hasta la caída del Muro de Berlín en 1989 se llamaba primer mundo, se basa, única y exclusivamente, en la marginación y el empobrecimiento del tercer mundo. Hoy, la globalización extiende algo del desarrollo cooperante y mucho de la explotación derivada de los procesos de descolonización que trasladaron pseudo democracias y gobiernos corruptos amparados en muchas ocasiones por Occidente.
En resumen, cohabitamos en la desigualdad social y transnacional de un sistema económico que se maquilla y rehace, pero que, invariablemente, necesita de la pobreza para continuar acumulando su control global.
El desempleo, la ausencia de educación, las enfermedades y la desigualdad de género, son las cuatro patas del sistema que corroe la capacidad de reacción del Planeta ante el calentamiento global -crisis climática- y esta pandemia.
La Covid-19 ha instalado el terror entre la ciudadanía mundial y ha matado a gente que no tiene luz, ni agua, ni forma alguna de salvaguardar su integridad ante un virus que dejará como legado más ricos y más pobres, más desigualdad como sucede después de cada crisis profunda a la que la humanidad se ha enfrentado.
La ONU recuerda que “reducir las desigualdades y garantizar que nadie se queda atrás forma parte integral de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, pero también subraya que la COVID-19 “ha intensificado las desigualdades existentes. En el frente económico, la pandemia de la COVID-19 ha aumentado significativamente el desempleo mundial y ha recortado drásticamente los ingresos de los trabajadores. La COVID-19 también pone en riesgo los escasos avances que se han conseguido en materia de igualdad de género y derechos de las mujeres durante las últimas décadas. Prácticamente en todos los ámbitos, desde la salud hasta la economía, desde la seguridad hasta la protección social, los efectos de la COVID-19 han agravado la situación de las mujeres y las niñas simplemente como consecuencia de su sexo.”
Por tanto, estamos en una batalla que marcará a las próximas generaciones. Si se impone la cultura de la mezquindad, el nuevo orden saldrá fortaleciendo aún más las desigualdades y poniendo en segundo plano lo que sigue siendo vital para el Planeta y sus habitantes. Si, por el contrario, somos capaces de conseguir que una vez superada la Covid, planteemos el futuro con generosidad y equivalencias entre ricos y pobres, saldremos adelante. Es hora de cambiar para siempre.
