Fernando Ayala: «Solidaridad»

Muchas veces me interpelo sobre lo que podemos hacer cada uno de nosotros durante el confinamiento. Está clara la labor impagable y ensalzada de determinados colectivos. Sin embargo, aquellos que no somos médicos, enfermeros, transportistas… no nos podemos limitar a quedarnos en casa y aguantar ( bajo el emblema “Resistiré”).

Al margen de los voluntarios y de la oleada de solidaridad que se hace pública constantemente, cada uno de los que cada día nos quedamos en casa, podemos paliar los efectos de este enclaustramiento, de ese distanciamiento físico, llamando o enviando mensajes a través de las diferentes y numerosas redes sociales a nuestros conocidos.

Compartir inquietudes, interesarnos por su estado de salud ( no sólo la física, cada día que pasa es muy preocupante la anímica). Ayudando a los que nos necesitan: por ejemplo a los que están empezando a ver cómo se quedan sin trabajo o ven reducidos sus ingresos y se les abre un enorme pozo de incertidumbre en el plazo más corto posible de tiempo.

Son momentos en los que tenemos que estar ahí, aconsejando, dando información que conocemos y que, a lo mejor, a ellos no les llega, escuchando, buscando alternativas….

También, entendiendo el malestar de los que no soportan o no comprenden las incesantes medidas que, día tras día, se están poniendo, procurando introducir en el debate mesura y tratando de dar ejemplo en el cumplimiento de las normas para que puedas servir de referente.

Intentando explicar que podemos realizar muchas de las actividades habituales, que hay otras opciones además de la calle, que esta situación, que se torna cada vez más desagradable, es temporal y que estamos descontando los días ( en lugar de pensar en cuánto nos queda).

Nuestras mentes, ahora inundadas de sobre información y, en especial, de una visión monotemática de la vida, no debe dejar pasar esta experiencia vital para preocuparnos siempre de seguir hablando con la primera persona del plural. Si algo queda meridianamente claro es que a partir de ahora, los otros somos nosotros.

Un día menos. Y sobre todo lo dicho, queda siempre la solidaridad.

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