Artículo de la Presidenta de la Asamblea de Extremadura, Blanca Martín.
Convivimos a diario con eufemismos que intentan matizar algunas conductas que son indefendibles, dentro y fuera del marco de la convivencia democrática entre partidos, países y ciudadanos.
Uno de esos eufemismos es diferenciar la vida pública de la privada, como si las personas fuéramos capaces de dividirnos en dos o más sujetos.
Así como un agravio, una injuria y una calumnia a un presidente de gobierno es hacia su investidura y, por tanto, hacia el país entero, también resquebraja la integridad individual de quien sufre semejante ataque.
Quienes ocupamos puestos de responsabilidad, cargamos con un peso que, aunque decidamos hacerlo, no es nada sencillo de sobrellevar, más aún cuando el respeto es reemplazado por el insulto y la falta del más mínimo decoro.
Ser constitucionalista hoy, además de defender el orden que votamos casi todos y todas allá por 1978, es defender el status quo establecido a partir de normas basadas en el respeto.
Ser constitucionalista hoy, además de defender el orden que votamos casi todos y todas allá por 1978, es defender el status quo establecido a partir de normas basadas en el respeto, un respeto que, indudablemente, y más en la actualidad, son la base de la libertad que defendemos.
Es cierto que, desde los márgenes ideológicos mundiales, observamos cómo se aspira a destrozar cualquier tipo de convivencia, porque a partir del caos, creen, ganarán espacio los odios y los fanatismos en demérito del sistema de libertades que tanto costó conseguir.
Así pues, humildemente creo que ser demócrata es defender el respeto imprescindible que nos permite convivir para converger o no, en posiciones parecidas, opuestas o similares.
Más importante que las ideas es la libertad para vivir en paz. Sin libertad, sin paz, sin reglas claras que nos equiparen, ninguna sociedad es capaz de avanzar, de progresar y de hacer, cada día, más fuerte su forma de vida.
No podemos permitir la locura caprichosa en nombre del espectáculo, no podemos permitir que se nos veje como si fuéramos simples objetos plantados en un atril. No es esa la esencia de la democracia, un sistema que sin respeto y tolerancia, está destinado a desaparecer.