La República que fue y la que tiene que ser

Luis Salaya, Secretario Provincial de Juventudes Socialistas de Cáceres hace su homenaje a la II República y analiza «la que tiene que venir». 

Por Luis Salaya Follow adrianboullosa on Twitter

Secretario Provincial Juventudes Socialistas de Cáceres

Solemos equivocarnos cuando se trata de hablar de república. Mezclamos lo que representa una cuestión de memoria histórica y de justicia con el debate pendiente de la definición de un nuevo modelo de estado. En definitiva, confundimos la república que fue con la que tiene que venir.

En cuanto a lo primero, el recuerdo a la república pasada, a la Segunda República, es justo y merecido, especialmente el 14 de abril, rememorando su proclamación. Aquel nuevo orden político que venía cargado de la ilusión que comportaba pensar que de una vez en España se harían las cosas pensando en los que nunca nadie había pensado, que la democracia, la igualdad y la libertad podrían llegan de una vez a todos los territorios de nuestro país.

Poco duró la alegría de aquel catorce y la traición de quienes habían jurado lealtad a la república cristalizó en sublevación militar. Metió a la pobre España de nuevo en una terrible guerra fratricida y después en una postguerra durante la cual muchos pagaron cara su lealtad a la república, su defensa de la democracia y su lucha por la libertad.

En cuanto a la otra república, la que está por llegar, tenemos que plantear un debate tranquilo y sosegado, pero inaplazable. En esta reflexión colectiva sobre el tipo de estado que queremos ser deberemos hablar todos, aunque no nos pongamos de acuerdo en las lecturas sobre la Segunda República. Aquí de lo que se trata es de repensar España, de buscar un modelo en el que todos y todas nos sintamos cómodos, un espacio de convivencia, y dentro de ese debate habrá que hablar sobre la jefatura del estado.

Estoy seguro de que a muchos de nosotros, si nos abstraemos un poco, nos resultará curioso pensar que todavía tenemos un rey, una casa real, una monarquía constitucional en la cual el trono se hereda de padres a hijos. La gran ventaja que esgrimían como argumento quienes defendían esto hace no mucho tiempo era que la monarquía reunía un gran consenso institucional, mayor que el de ningún partido en sus mejores tiempos. Pero de pronto el Duque de Palma se Torna en «El duque empalmado», la Infanta Cristina en «La infanta imputada», su majestad Don Juan Carlos afina mal el tiro con un viaje a Botsuana y al príncipe heredero, en una especie de campaña de marketing que merece todos mis respetos, nos lo intentan presentar como «El Principito Valiente» que se desmarca de las salidas de tono de su padre y de cara a la galería apoya la labor de jueces y fiscales tratando a todos por igual.

Ahora que el debate está en la calle, ahora que la opinión pública entiende la necesidad de un cambio (aunque el CIS haya eliminado las preguntas sobre la monarquía), ahora que múltiples organizaciones como la mía, las Juventudes Socialistas, lanzan sus campañas en favor de un cambio de modelo, tenemos que exigir que se abra ese debate para luchar por el fin de una monarquía joven pero obsoleta. Tenemos que evitar que nos engatusen convenciéndonos de que el cambio rompedor que necesitamos es la abdicación del Rey en su heredero.

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